—Este maldito bastardo —murmuró Alaris con ironía mientras sonreía ante el cuerpo frío del Rey tendido en el suelo de la Habitación Especial. Podía sentir el urgente deseo de matarlo. Incapaz de controlar su ira, le dio una patada a la pierna del Rey.
Eli tosió, recuperando lentamente la conciencia.
—Eso no me agrada —pensó Alaris. Necesitaba que estuviera inconsciente un poco más.
Los movimientos de Eli en el suelo eran débiles y desorientados, y aunque estaba mirando directamente a Alaris, no podía verlo.
—Una sonrisa enfermiza se dibujó en los labios de Alaris ante la impotencia del estúpido Rey. Su miseria le agradaba, y por más que le encantaría quedarse toda la noche y entretenerse viéndolo sufrir, tenía otras cosas dignas que hacer.