—No puedo ver —murmuró Belladonna antes de empezar a gritar frenéticamente, parpadeando lo más rápido que podía—. ¡No puedo ver! Alaris, no puedo ver.
—Lo sé. Estoy justo aquí —ella sintió que él le sostenía las manos y se relajó un poco.
—Vas a estar bien. La luz es cegadora para los mortales. Se me pasó por la mente decirte, lo siento por eso —no había tono de burla en su voz.
Esto realmente debe estar sucediendo.
Ella le preguntó si sus manos todavía sangraban y él le aseguró que estaba bien. Ya no sentía el dolor ni escuchaba esas voces ensordecedoras, así que le creyó. Era extraño no ver nada y tener que confiar completamente en Alaris. Al mismo tiempo, no le resultaba tan extraño confiar en él.
Él la ayudó a salir del bote y ella sintió la fría arena de la playa besando sus pies.
¿Acaban de volver a su mente subconsciente?
—Estamos aquí.
—¿Dónde es aquí? —preguntó ella.
—Me'k, el Intermedio —respondió él.
Belladonna soltó un suspiro tembloroso.