Collin emergió de la oscuridad detrás de ella, una espada manchada de sangre en su mano y el dolor sepultado en sus ojos.
Ira inexplicable.
—Ayer los enterré. Sus cuerpos fríos bajo la arena fría y húmeda —sus labios temblaron y sus dientes castañearon—. Se suponía que debían estar respirando. Se suponía que debían estar vivos cuando llegara la Luna de Sangre, pero no...
Parecía una sombra de sí mismo, y levantaba la espada como si fuera demasiado pesada para la fuerza que comandaba.
Su respiración era fuerte, y el cansancio impregnaba cada movimiento que hacía. Sus ojos estaban hundidos en sus cuencas, y su uniforme parecía haber sido puesto de manera peligrosa, el color azul desvaneciéndose y manchado con sangre que probablemente era suya y de alguien más.
Había pasado mucho tiempo desde que ella lo había visto así.
Además, ¿a quién había atacado antes de entrar aquí?