Frustrada por su suerte, y sin saber qué hacer, Belladonna descargó su ira en Eli, mientras golpeaba con sus puños su pecho y lo culpaba de todo lo que había salido mal en su vida. Era algo ilógico de hacer, pero ser lógica era lo más lejano de lo que ella era en este momento. Él la dejó golpearlo, suplicándole que lo perdonara a intervalos mientras sujetaba sus muñecas sin firmeza.
—Perdóname. Por favor, perdóname. Perdóname.
Su frustración se redujo de una explosión de ira a una triste y frustrada declaración hecha en lágrimas.
—¿Por qué nunca me devuelves el golpe? Haces esto tan difícil.