Capítulo 34 - Un regalo de la niebla

Alaris regresó en ese momento.

—No hay una bestia cerca. Estamos seguros aquí —se detuvo, notando que sus heridas se habían curado.

Eso era algo que los hacía sentirse felices a ambos. Comieron hasta saciarse del árbol y decidieron llevar algunas frutas con ellos en su viaje.

Sin embargo, los efectos de las frutas fueron diferentes en cada uno de ellos: no curaron las alas de Alaris, ni ninguno de sus cortes persistentes. Alaris no quería perder tiempo sintiéndose triste por eso, quería que continuaran su viaje y salieran de aquel lugar tan pronto como fuera posible.

Este Jardín estaba maldito y la idea de verse obligado a estar con una criatura de Cabeza de Estrella no le agradaba en absoluto.

—¡Maldito ser feo!

—Tenemos que irnos.

—Tengo mucha sed, desearía que hubiera agua aquí en algún lugar para poder beber. Pensé que este lugar tenía un río en el mapa, ¿dónde está? —preguntó Belladonna, exhausta.

Sus heridas ya estaban curadas y se sentía mejor, pero la sed era la sed.