—¡Yo no soy un traidor! —gritó Ikrus mientras diferentes guardias corrían hacia él para capturarlo.
Un guardia junto al Alfa gritó:
—El Alfa fue atacado esta noche y los traidores capturados declararon que estaban recibiendo órdenes tuyas, Gamma.
—¡Eso es una mentira! —respondió Ikrus, furioso.
Aniya miró de padre a hijo. La tensión que creció en el aire se sentía sofocante. Podía sentir cómo su esperanza se escurría entre sus dedos como arena.
—A la mazmorra —ordenó el Alfa y esta vez, cuando los guardias se llevaron a Ikrus, él no los enfrentó.
Ni una sola vez miró a Aniya mientras lo llevaban a la mazmorra.
Oana rogó a su padre que los detuviera, pero él no la escuchó.
Mientras Aniya observaba todo esto, todo de repente se convirtió en un eco distante y una realización la golpeó como agua fría.