La linterna se deslizó de su agarre y golpeó el suelo. Por un segundo sintió que todo se había quedado quieto, tan quieto que ni siquiera podía respirar.
Por ese segundo, su mundo se derrumbó y se reconstruyó nuevamente.
Eli.
Su mente susurró, pero sus labios estaban demasiado inmóviles por el impacto como para hablar. Las lágrimas se alzaron al borde de sus párpados inferiores.
—Donna.
Su cuerpo se movió por sí solo y comenzó a correr, temerosa de que si no llegaba a él lo suficientemente rápido, él desaparecería con la niebla. Asustada de que incluso pudiera estar realmente allí.
Se chocó contra su abrazo mientras sus cálidos brazos la envolvían, las lágrimas corrían por sus mejillas y sus labios se encontraron con los de él, que se movían con suavidad contra los de ella en un ritmo gentil.
Lento y lleno de tantas palabras no dichas.