—¿¡Qué dijiste?! —Esa no era Emily hablando; era Sophia, que se había apresurado en llegar.
—Ella corrió con su vientre ya abultado, justo a tiempo para escuchar a Nathan sugiriendo que tuviera un aborto. Sophia rompió en lágrimas al instante. —¿Cómo puedes decir eso, Nathan? Sabes cuánto he sacrificado por ti. Este niño es tu primogénito y el futuro heredero de la familia Reed. ¿Cómo puedes tratarlo así?
—Sophia, ahora embarazada, había dejado de usar maquillaje. Sin su apariencia refinada, parecía una persona completamente diferente.
—Nathan la había visto suficiente en los últimos días, pero usualmente volvía a casa a altas horas de la noche, incapaz de ver claramente.
—Ahora era de día, y el sol iluminaba completamente sus rasgos, haciendo que fuera aún más irritante mirarla. Lo que era aún más aterrador era tener a Emily al lado para comparar.
—Nathan la miró de reojo pero no quiso seguir viéndola, apartando la mirada. —¿Por qué saliste?