—Pero acabo de ser operada —sonrió Penélope—. Simón, acabo de abortar un niño. Si no aceptas, le diré a Emily que este hijo era tuyo.
—¿Penélope, estás loca? —explotó la furia del Sr. Satanás.
—No estoy loca. Solo soy una mujer ordinaria anhelando amor. ¿Qué tiene de malo eso?
—Simón, no eres diferente de tu hermano. Ambos abandonaron a una mujer que estuvo a su lado durante cuatro años por otra mujer. Emily solo tiene suerte. Has suspirado por ella durante tantos años, la esperaste incluso después de que se casó y corriste a su lado en el momento en que se divorció. Pero, ¿alguna vez pensaste en mí? ¿Sabes lo doloroso que fue cuando me lanzaste un cheque y me dijiste que dejara Nueva York? —continuaba Penélope, cuya cara se llenó de profunda tristeza.
—Mi paciencia es limitada, Penélope. Espero que lo entiendas —afirmó él.
—¿Qué vas a hacer? ¿Matarme? —se burló Penélope.
—Penélope, yo no hago cosas ilegales.