El teléfono sonó lo que pareció una eternidad, pero Penélope no se atrevió a cogerlo.
Finalmente, el sonido cesó.
Emily soltó una risa fría y guardó el teléfono en su bolsillo.
Esta farsa se había prolongado demasiado.
Se levantó. —Penélope, esta es nuestra primera reunión. Te estoy dando una oportunidad, así que aprovéchala.
Con eso, caminó directo a la caja. —Hola, me gustaría pagar la cuenta.
El camarero respondió rápidamente. —Sí, señora. Su total es setenta y cuatro dólares.
Emily sonrió ligeramente. —Lo siento, no fui clara. Solo voy a pagar por mi leche caliente.
El camarero parpadeó confundido y luego se recuperó rápidamente. —Ah, claro. La leche cuesta diez dólares.
—De acuerdo. Emily pagó y se marchó.
Tan pronto como salió, vio un SUV negro estacionado al borde de la carretera.
Una figura familiar se apoyaba en la puerta del coche, mirando hacia la entrada del café.
¿Qué estaba haciendo?
¿Viendo el espectáculo?