—¿Eres tímida? —preguntó Satanás, abrazándola fuerte.
—Sí —admitió Emily.
—Yo también soy un poco tímido —Satanás apretó su agarre alrededor de su cintura, atrayéndola hacia su abrazo.
—Entonces, ¿por qué hiciste eso? —Emily lo miró con severidad.
—No pude evitarlo.
El rostro de Emily se volvió aún más rojo.
Su voz se redujo a un murmullo bajo. —No pude evitar querer decirle al mundo entero que eres mía.
—Ambos tenemos mucho sobre nuestros hombros. Es mejor mantener un perfil bajo —Emily le dio un golpecito juguetón.
—Lo sé —respondió Satanás, incapaz de reprimir una sonrisa—. Pero no pude evitarlo, así que lo hice.
—Nos echaron por tu culpa —bromeó Emily.
—¿Me estás culpando?
—¡Por supuesto! Atraes demasiada atención de las chicas. Incluso con una máscara, no puedes evitar que te admiren —Emily dijo en tono serio.
—¿Estás celosa? —se rió Satanás.
—No.
—¿De verdad?
—De verdad.