356 Mi esposa está adentro

El teléfono de Satanás no tenía señal. No podía contactar con el exterior.

Dentro del ascensor confinado, la única fuente de luz era la pequeña llama del encendedor de Jackson.

—Maldita sea, es un hotel tan grande, ¿cómo puede suceder esto? Han pasado varios minutos, ¿por qué no vuelve la energía? —Jackson se impacientaba y agitaba cada vez más.

Satanás permaneció en silencio, pero su respiración se había hecho más pesada. La repentina aparición de Penélope y el coincidente corte de energía parecían demasiado siniestros para ser meras casualidades.

—Oye, Vicente, di algo. ¿Qué hacemos ahora, solo esperamos aquí?

—¿Y qué solución propones? Siéntete libre de compartirla —respondió Satanás fríamente.

—Maldita sea, ¿no se supone que debes ser impresionante, misterioso y capaz de hacer que Emily se sienta segura? ¿Por qué eso no está funcionando ahora?

—Solo soy humano, no un dios —Satanás lo miró.