Jackson no la soltó; la llevó mientras compraba dos hot dogs, entregándole uno a ella y, tras un momento de reflexión, dándole también el otro.
—¿Me das los dos? ¿No vas a comer? —preguntó Miranda con hesitación.
—Claro que comeré —se rió Jackson—. Pero como conductor, tengo que asegurar tu seguridad. Mis manos están ocupadas, así que tú puedes alimentarme.
—Solo estás siendo descarado —murmuró Miranda.
—¿Qué dijiste?
—Nada —dijo ella, sosteniendo el hot dog para que él pudiera morder. Él accedió pero gritó:
— ¡Está demasiado caliente! ¡Me está quemando!
—Acaba de salir del horno y la freidora; ¡claro que está caliente! Debes tener mucha hambre para dar una mordida tan grande —le bromeó Miranda.
Jackson, sintiéndose avergonzado, respondió:
— No estoy muriendo de hambre, pero es la primera vez que tú me alimentas. Tengo que comer más para disfrutar de tu gracia imperial.
—Eso es gramaticalmente incorrecto. Una emperatriz no puede tener una 'gracia' así —señaló ella.