—Ken.
Una mujer delgada se acercó, sus tacones agudos haciendo clic contra el suelo pulido. Vestía un ajustado vestido morado con una estola de piel drapeada sobre sus hombros. Su maquillaje era tan espeso que sus rasgos naturales eran casi imposibles de discernir y su perfume era abrumador, llenando el aire con un aroma demasiado intenso.
La cara de Ken cambió inmediatamente cuando la vio. Se levantó, con una leve sonrisa que no llegaba a sus ojos, y su mirada estaba llena de desdén. —Oh, es la gerente Miller. ¿Qué te trae por aquí?
La mujer, conocida como la gerente Cathy Miller, lanzó una mirada condescendiente a Emily. —Así que tú debes ser la diseñadora que el jefe ha contratado con tanto esfuerzo y dinero—Miranda, la ganadora del Premio Pritzker?
—Sí —asintió Ken—. Esta es Miranda.