428 Él me trata bien

Emily se ocupaba en la cocina mientras Satanás la seguía en silencio. La cocina del apartamento no era grande: cómoda para una persona, pero un poco estrecha para dos.

—Estás estorbando —dijo ella, dándole un empujón ligero—. ¿Por qué no esperas fuera?

Pero Satanás no hizo ningún movimiento para irse. En vez de eso, se echó unos pasos atrás y se apoyó en el marco de la puerta, cruzando los brazos, observándola cocinar.

Ella había cambiado tanto. En aquella época, cuando estaban juntos, raramente usaba maquillaje. Pero ahora, todos los días, llevaba un maquillaje impecable, caminaba con confianza en los tacones que antes odiaba, y exudaba una elegancia que él no había visto anteriormente. Incluso ahora, cocinando en la cocina, había un aire de gracia en ella que hacía que el corazón de Satanás se doliese.