—Volvemos a casa —dijo Mamá mientras revisaba en el cajón de su dormitorio en el castillo del Bosque del Invierno, con los ojos muy abiertos y una expresión distante grabada en su frente. Me giré hacia la puerta cuando Maeve pasó corriendo en un borrón de cabello rubio cobrizo, y sus pasos se iban alejando por el pasillo.
Habían pasado unas horas desde que recibimos noticias sobre lo que había sucedido en Breles. Debería haberme sentido estupefacta por el conocimiento, pero solo un sentimiento de pavor se había asentado en mi estómago. Sabía que esto se avecinaba. Todos lo sabíamos. Todos nos habíamos preparado para lo peor, pero eso no había hecho que las noticias fueran más fáciles de digerir.
—¿Dónde está Papá? —pregunté, con la garganta apretándose alrededor de las palabras. Mamá sacudió la cabeza, sus ojos brumosos con lágrimas por un momento antes de que se aclarara la garganta.