—Llevamos a Mila de vuelta a la posada y me quedé a su lado, esperando a que se despertara —el Dr. Lee la examinó y me aseguró que no había sido agredida sexualmente y que debería recuperarse completamente, físicamente. También me aseguró que el veneno no se había extendido demasiado.
Pero ella seguía dormida. No sabía por qué y no apartaría la mirada de ella hasta estar seguro de que iba a estar bien.
Lee la conectó a un IV para mantenerla hidratada y nutrirla, ya que estaba tan desnutrida por su cautiverio.
Acerqué una silla al lado de la cama y sostuve un libro en mi regazo, los párpados cayéndome repetidamente. Cada vez que mis ojos se cerraban, los abría rápidamente y volvía en sí.
Toc. Toc.
Miré hacia la puerta mientras Thomas entraba sin más.
—Soren, tienes una pinta horrible —dijo Thomas.
Gruñendo, cerré mi libro y lo aparté.
—¿Gracias? —pregunté.