—Mila, déjame hacerte mía —susurró.
Me retorcí debajo de él y asentí.
—S-sí —jadeé, asintiendo más enérgicamente.
Soren rió entre dientes y apoyó su nariz en mi cuello. Pasó su lengua a lo largo de mi arteria, cálida y húmeda.
Gemí y apreté más mi agarre en los hombros de Soren.
—¡Hazlo! —le supliqué con mi cuerpo, girando mi cabeza hacia un lado y estirando mi cuello al máximo.
Soren gruñó y sus labios se entreabrieron. Mordió fuerte, rompiendo mi piel.
Arqueé mi espalda y grité de placer. Bloqueé mis tobillos y brazos alrededor de él, sosteniéndolo cerca para evitar que se alejara.
Un fuerte sentido de pertenencia me llenó. Yo pertenecía a Soren, completamente envuelta en su cuerpo y en su aroma. Estaba envuelta en su esencia.
Mi cuerpo zumbaba de placer y podía sentir que el cuerpo de Soren también zumbaba. Estábamos conectados, éramos uno, y nunca me había sentido tan segura, protegida y en paz.