Esto estaba volviéndose ridículo.
Me giré en la cama, mirando el techo oscurecido. Era la segunda vez que dormía durante todo el día. Mi horario de sueño estaba totalmente descontrolado. Estaba segura de que me había perdido de algo durante la noche que pasé pegada al colchón, especialmente porque me desperté con el sonido de voces masculinas molestas susurrando justo afuera de mi puerta.
Me levanté de la cama, el vestido verde apagado que llevaba puesto ahora estaba arrugado por el sueño. Caminé lentamente hacia la puerta, apoyando mi oído contra ella.
—Estaría en uno de los burdeles de la ciudad. Aeris no sería un hombre que... quédate aquí —la voz de Jared rompió el silencio de mi habitación, sus palabras un poco distorsionadas por la puerta.
Abrí la puerta de golpe, para sorpresa de mis compañeros asesinos, quienes giraron sus cuellos para mirarme.