Parece que Todas las Enfermedades Crónicas del Cuerpo Han Sido Curadas

«¿Cuándo he sido yo tan tacaño?» intentó argumentar el Sr. Su.

Sin embargo, bajo la mirada inquebrantable de la Sra. Su, rápidamente se rindió después de solo unos segundos. Bajó la cabeza, lamentando la pérdida de sus preciosas hojas de té.

Al verlo así, la Sra. Su suspiró. —Está bien, está bien. Puedes comprar nuevas, y yo te reembolsaré.

—¿De verdad? ¿Puedo comprar tanto como quiera? —Los ojos del Sr. Su se iluminaron al instante, su decepción desapareciendo.

—Solo lo suficiente para tres meses. No compres demasiado; no quiero que se estropeen de nuevo —enfatizó la Sra. Su, sin confiar del todo en él.

El Sr. Su asintió con entusiasmo. —Mi esposa realmente sabe cómo tratarme bien.

Las orejas de la Sra. Su se volvieron rojas por su tono afectuoso. —Somos una pareja casada de hace tiempo. Habla adecuadamente —reprendió ella, fingiendo molestia.