No Ofendas Fácilmente a Nadie

Jiang Yexun atrajo a Su Xiaoxiao en sus brazos y la tranquilizó suavemente:

—Está bien, está bien, todo es mi culpa. No debí haberte asustado.

Su Xiaoxiao, aún insatisfecha, deslizó su pequeña mano a través del hueco de los botones de su camisa y la metió dentro, levantando su suéter de cachemira y presionando su fría mano contra sus abdominales.

El súbito frío hizo que incluso Jiang Yexun, un hombre del norte acostumbrado al clima frío, se estremeciera involuntariamente.

—¡Ahora sabes de mi poder! —Su Xiaoxiao levantó orgullosamente el mentón, alardeando.

—Lo sé, pequeña antepasada, sé que cometí un error —Jiang Yexun continuó consolándola con tono cálido.

Solo entonces Su Xiaoxiao se relajó, apoyándose suavemente contra su pecho, sus dedos juguetones trazando las líneas de sus abdominales, haciendo que su ya pesado respirar se volviera aún más laborioso.

Pero al recordar que tenía asuntos importantes que discutir, Jiang Yexun solo pudo apretar los dientes y soportarlo.