Ocúpate de tus propios asuntos

Zhao Lingfu creció en el lujo, nunca habiendo sufrido penalidades.

Vaciló por un momento.

Pero al final, su mirada fue firme mientras decía:

—¡Puedo soportarlo!

El hilo rojo no era corto. Una vez que su alma se dispersara, Chu Yang ya no estaría atado por este hilo rojo y podría regresar al reino mortal.

En el borde.

Cerró los ojos y saltó.

Pero no cayó al abismo, consumida por el Fuego Fantasma.

Alguien agarró su muñeca.

Zhao Lingfu se sobresaltó, abrió los ojos y vio a Chu Yang frunciendo el ceño, extendiendo la mano y agarrándola, luciendo algo enojado.

—¿Cuarto... Cuarto Joven Maestro? —se quedó congelada porque, por la expresión de Chu Yang, podía notar que su conciencia había regresado.

—¿Por qué eres tan necia? —Chu Yang hizo fuerza para levantarla.

Pero además del Fuego Fantasma, también había espíritus malignos antiguos e indestructibles sellados en el abismo, soportando el tormento del Fuego Fantasma sin dispersarse.