Aprovecharemos la oportunidad

—¡Maestro! —gritaron los jóvenes taoístas, apresurándose a sostener a Ming Pei.

La mujer que había roto la formación permanecía en medio del rugiente viento, con su ropa y algunos mechones de cabello ondeando. Giró levemente, vio el lamentable estado de Ming Pei y su feroz rostro se suavizó con gratitud.

—Gracias, anciano.

Si no hubiera trabajado tan duro para crear una apertura, tal vez no habría podido cortar la formación con su estruendosa hoja. Afortunadamente, Ming Pei había perdido el conocimiento. Si supiera que había allanado el camino para que otra persona brillara, probablemente vomitaría otro bocado de sangre.

Los jóvenes taoístas observaron su atuendo: simple y aparentando no más de dieciséis o diecisiete años. Estaba vestida como una heroína errante, con el cabello sujeto por una cinta y desprendiendo una fuerte presencia marcial. Además de su gran hacha, no llevaba nada relacionado con las prácticas taoístas.