—¿Qué te parece este? —me apresuro emocionada hacia la puerta trasera y doy vueltas con el delicado vestido rosa mientras espero tensa su respuesta.
Mi macho clava el hacha afilada en el tocón del árbol y escanea a fondo mi carne de pies a cabeza con los ojos entrecerrados y agudos. —Puedo ver el contorno de tus pezones erguidos, Drahá.
—¿De verdad? —pregunto sorprendida mirando hacia abajo a mi pecho con el ceño fruncido entre mis cejas. No lo noté cuando me miré en el espejo, pero una vez más, nada se escapa de esos ojos agudos suyos que discernen hasta el más mínimo detalle.
—Sabes que no soy quien para controlar cómo te vistes, no te diré qué ponerte y qué no. Pero tus pechos deberían ser solo para mis ojos, ¿no crees? —él pregunta mientras apila los troncos ordenadamente al lado de sus pies, ha estado haciendo leña cortando los árboles caídos para iluminar y calentar a la manada esta noche después de que finalmente ha llegado el día de la celebración.