—Una advertencia que les dio a cada uno de ellos y ellos lo supieron. Finalmente supieron el título que yo ostentaba, la corona que deliberadamente les oculté.
—Luna. La reina de las bestias.
—Entendieron con quién estaba emparejada en ese momento porque vieron la verdadera esencia de mi lobo y de mí, mientras nos erguíamos como uno protegiendo a nuestro macho. Huyeron instantáneamente de la habitación con una aprensión hacia mí y Tadeas inundándolos, y me dejaron sola en la tranquila habitación tenuemente iluminada, sentada sobre sábanas ensangrentadas desgarradas, con mi macho de ojos azules mirándome lleno de curiosidad. Aún no había llorado, solo me miraba fijamente y cuando se aferró a mi pezón y se alimentó de mi pecho como si estuviera hambriento, forjamos un vínculo inquebrantable esa noche, una conexión que se fortalecería con cada año que maduraba frente a mis ojos.