Las Ansiedades del Maestro Ancestral

Al día siguiente, los párpados de Zhouzhou temblaron, abriéndose gradualmente mientras salía de su sopor.

Al mirar por la ventana, bañada ahora en el resplandor del día, se dio cuenta de su descuido y se reprendió por haberse quedado dormida.

Con un frustrado golpecito en su frente con su regordeta patita, se giró hacia An Ya a su lado, con el corazón aligerándose al verla.

Murmurando para sí misma, movió su regordete cuerpo, envolviendo la cara de An Ya con sus regordetas patitas y plantándole un beso.

An Ya había estado planeando calibrar la reacción de su hija al despertar, pero en su lugar se encontró recibiendo un rostro lleno de gestos afectuosos.

Incapaz de fingir dormir más tiempo, abrió sus ojos, sonriendo calidamente a Zhouzhou. —Buenos días.

—Buenos días, Mamá —respondió Zhouzhou con tono somnoliento, y procedió a darle otro beso en la barbilla, renuente a soltar su abrazo.

Aunque era temprano, el corazón de An Ya ya rebosaba de alegría por su pequeña princesa.