Jinbao se lanzó rápidamente hacia los brazos de Zhouzhou, su cola rozando sutilmente el brazo de Ye Lingfeng, sus ojos redondos se estrechaban de satisfacción.
Ye Lingfeng lo miró pero lo ignoró, avanzando con Zhouzhou en sus brazos.
Zhouzhou se aferraba a su cuello, notando que este camino era uno que ni el Rey ni Wangcai habían tomado antes. Curiosa, preguntó —Papá, ¿a dónde vamos?
Ye Lingfeng no respondió directamente, solo dijo —Pronto lo sabrás.
Al poco tiempo, se detuvo en un lugar. Zhouzhou, acunada en sus brazos, ahora podía ver claramente sus alrededores, sus ojos se abrieron de sorpresa.
Ante ellos había filas de estelas de piedra, densamente compactadas, en número de cientos. En el aire, numerosos espíritus flotaban, cada uno con el resplandor del mérito.
La gran cantidad de esta luz de mérito disipaba la penumbra habitual del cementerio, creando una atmósfera cálida y acogedora.