En esta noche, Zhouzhou se quedó dormida con una sonrisa en su rostro. En sus sueños, yacía sobre una montaña de oro, donde todo lo que observaba brillaba con un resplandor dorado radiante, deslumbrando sus ojos hasta el punto de que se negaban a apartar la mirada.
Con una mano en su cadera y dedos regordetes gesticulando con valentía, se paró en la cima más alta de la montaña dorada, proclamando en un tono dominante a Qin Lie, Ye Lingfeng y la Abuela Qin que estaban cerca, —¡Contemplad, esta es la montaña dorada que he conquistado!
—Jejeje… —Zhouzhou rió con alegría, sus labios curvándose en una amplia sonrisa.
—¿Esta niña es un poco tonta? —murmuró la Abuela Qin tan pronto como entró y presenció la escena, sin poder resistirse a murmurar para sí misma mientras se acercaba y pinchaba juguetonamente la mejilla con hoyuelos de Zhouzhou.
Sintiendo el toque, los párpados de Zhouzhou parpadearon, y pronto abrió los ojos, despertando de su sueño.