Qin Xi estaba animando, pero la situación en la cancha cambió de repente.
Después de que Ye Lingfeng hablara, no se contuvo, ni siquiera dejando que Qin Lie tuviera la oportunidad de tocar el balón.
Su velocidad era asombrosa, siempre encontrando una manera de anotar sin importar cómo Qin Lie defendiera.
Su defensa era impenetrable, convirtiéndolo en una máquina de anotar, dejando a Qin Xi deslumbrado. Zhouzhou abrió la boca asombrada.
Todavía no entendía completamente, pero comprendió la regla básica: quien metiera el balón en el aro ganaba.
—¡Papá Lengua Afilada era increíble! —exclamó con entusiasmo.
Con un "bang", otro triple fue anotado. Ye Lingfeng miró a Qin Lie, sin siquiera estar sin aliento, y preguntó:
—¿Continuamos? —dijo él.
Qin Lie, inexpresivo, respondió con calma:
—Continúa.
Sabía que iba a perder.
En el mundo de los negocios, era un rey, pero en los deportes, Ye Lingfeng reinaba supremo.