Zhouzhou agitaba sus pequeños puños y hablaba con ferocidad. Solo de pensar en sus heridas se llenaba de rabia. Realmente era demasiado.
Su maestro siempre decía que los niños deberían volver a su verdadera naturaleza, creciendo naturalmente sin demasiada interferencia.
Pero ella creía que ese sinvergüenza necesitaba una lección, y hoy estaba decidida a intervenir.
Qin Lie y Ye Lingfeng tampoco tenían simpatía por un niño tan malicioso a tan corta edad.
Al escuchar esto, preguntaron —¿Necesitas nuestra ayuda? Es arrogante solo porque su familia tiene dinero. Si hacemos que su familia se declare en bancarrota, naturalmente perderá su arrogancia. ¿Deberíamos hacer eso?
Zhouzhou pensó por un momento y negó con la cabeza —Aún no. Dejemos que los niños manejen sus propios asuntos. Permíteme vengarme primero.