Al escuchar esas palabras, la Sra. Wei se sintió tan agradecida que no pudo decir nada más. La miró, abrumada de emoción.
Creía que su reciente suerte se había concentrado todos en los últimos dos días. Al pensar en esto, le picaba la nariz y se sentía al borde de las lágrimas.
A su lado, Wei Xuhong le sostuvo la mano, reconfortándola en silencio, compartiendo la misma alegría y gratitud en sus ojos.
La Abuela Qin, sin embargo, no le dio mucha importancia. Ya había planeado encontrar otra ama de llaves, y la llegada de la Sra. Wei fue oportuna, ahorrándole problemas.
Para ella, extender una mano de ayuda era algo simple, no valía la pena dudar. Pero para la familia Wei, era como una gracia salvadora.
Al ver una luz dorada caer sobre la Abuela Qin, los ojos de Zhouzhou se curvaron en una feliz sonrisa. En efecto, era importante hacer más buenas acciones.
Devoró su desayuno, luego saltó de su silla, diciendo, "Tío Cuarto, apresuremos". Ella también quería ganar algún mérito.