Al descubrir que Zhouzhou hacía rato sabía que hablaban de la misma persona, la veterinaria le lanzó una mirada algo resentida.
—Zhouzhou, tú deliberadamente no me lo dijiste. No es justo. —Si lo hubiera sabido antes, seguro que habría ido a saludar al Señor Wei.
Zhouzhou sacudió su pequeña cabeza triunfante y dijo con audaz justificación:
—Si te lo hubiera dicho, ¿cómo podría haber visto al Tío Veterinario así?
La veterinaria quedó sin palabras. De hecho, esta pequeña tenía el toque travieso de Ye Lingfeng.
Entendiendo el principio de equilibrar un regaño con una caricia, Zhouzhou corrió a abrazar su pierna y la movió suavemente mientras decía con su dulce voz:
—Solo quería sorprender al Tío Veterinario.
La pequeña, con su aspecto lindo y adorable, hacía difícil que alguien permaneciera enojado. La breve molestia de la veterinaria desapareció al instante mientras se inclinaba para pellizcarle la mejilla:
—Bueno, gracias entonces.
—¡De nada! —Zhouzhou respondió riendo.