Coincidentemente, el personal militar compartía sentimientos similares.
En ese momento, en una isla clandestina de máxima seguridad, Xi Mo acababa de completar una misión.
Caminó con determinación hacia la oficina del comandante, todavía vestido con su atuendo de camuflaje. Con una inclinación respetuosa, preguntó:
—¿Comandante, me llamó?
El comandante, con una sonrisa cordial, le hizo una señal para que pasara:
—Sí, por favor, toma asiento.
La actitud de Xi Mo se mantuvo serena mientras se acercaba. Fue solo cuando posó sus ojos en los documentos esparcidos sobre el escritorio que un cambio sutil cruzó su rostro, formándose una leve arruga en su ceño.
Al observar la reacción de Xi Mo, la sonrisa del comandante se amplió:
—He oído que esta joven es tu sobrina, ¿cierto?
Xi Mo asintió:
—¿Cómo obtuvo información sobre Zhouzhou?
—Así que su nombre es Zhouzhou. Qué nombre tan encantador —comentó el comandante con aún más jovialidad.