A medida que los dos pequeños armonizaban en sus expresiones, Huo Mingxuan comenzó a dudar si realmente era un sinvergüenza.
Los miró incrédulo y explicó seriamente:
—Realmente pretendía darles dinero desde el principio.
Zhouzhou bufó, dándose la vuelta con los brazos regordetes cruzados, negándose a escuchar sus explicaciones.
Los ojos de Qin Er iban de un lado a otro mientras se aclaraba la garganta, hablando con firmeza:
—No lo queremos, tío Huo. Sólo espera a la carta del abogado. Te demandaré por robar nuestras ideas.
Zhouzhou asintió vigorosamente, mirando a Qin Lie con una expresión angustiada, suplicando enfadada:
—Papá, ¡demandalo!
La carita de la niña se infló como un pez globo, genuinamente furiosa esta vez. Nunca había encontrado a alguien tan irrazonable antes, mucho peor que su papá.
No es de extrañar que Pequeño Palo Delgado nunca lo quisiera cerca; si ella estuviera a cargo, lo habría echado hace mucho tiempo.