Para cuando me vestí y encontré el valor para bajar las escaleras, era un desastre emocional. Estaba tratando de encontrar algo presentable entre la ropa que su hermana había dejado abandonada, pero no podía dejar de pensar en Tatum. En mi vida, nadie me había puesto tan nerviosa como él.
Me sentía como una adolescente hormonal ansiosa por lanzarse al primer hombre que le dedicara una segunda mirada, y era increíblemente perturbador. ¿Cómo se supone que debía mantenerme enfocada si el olor de él hacía que mis muslos se apretaran con anticipación?
«Contrólate. ¿Qué demonios te pasa?»
Las reprimendas mentales constantes eran un poco exageradas, pero era lo único que sabía hacer para mantenerme cuerda en ese momento.
Quizás fuera por haberme alimentado de él.
Quizás lo que sea que él era, estaba haciendo que me sintiera así.