—Hacía girar el líquido dorado ámbar en mi vaso, contemplando la visión. Esparcido en el sofá, me sentía como un padre esperando a que sus hijas volviesen a casa.
—Ni siquiera me molesté en encender ninguna luz, simplemente me senté en la oscuridad, esperando en el vacío mientras las horas pasaban de tarde a medianoche.
—Solo podía sentarme allí, repitiendo la escena en mi cabeza.
—Había sido un largo día de trabajo, y todo lo que quería era una bebida y quizás a mi pequeña tentadora en mi cama. Pero en el momento en que vi a Dalia arreglada, a punto de salir, todos mis pensamientos se esfumaron.
—Dalia era una cosa, pero justo detrás de ella estaba Olivia.
—En vestiditos ajustados y suéteres, supe de inmediato que no iban realmente a ver una película. Olivia era lo bastante hermosa por sí sola, pero vestida así, era una diosa.