—Había un incómodo silencio en el aire mientras Olivia me miraba con esos ojos grandes e inocentes —comenté—. Era evidente para mí que no tenía ni idea de lo que estaba hablando.
—Sentía las miradas de Tallon y Gabriele sobre mí, preguntándose qué iba a decir, pero por mucho que lo intentara, las palabras no querían salir de mis labios —continué.
—Era como si tuviera una bola dura de plomo atorada en la garganta, cortando mi respiración, y todo lo que podía hacer era intentar tragarla patéticamente —expliqué.
—Aquí mismo tenía una decisión que tomar —me dije a mí mismo.
—Podía guardar silencio y no decirle que todo lo que ella había pensado que era cierto en realidad no lo era—que su madre había sido contratada por el antiguo líder de una familia de la mafia italiana, y que había crecido con sus hijos como si fueran hermanos —reflexionaba.