—Me levanté de mi asiento en la cama de Dalia y puse mi mano en la de Gio —una sonrisa brillante iluminó su rostro como el sol asomándose por el horizonte, y no pude evitar corresponder con una propia. Cuando él sonreía así, recordaba cuánto lo amaba, cuánto quería ser yo quien le hiciera sonreír. A veces podía ser difícil, demasiado atrapado en los negocios de la mafia y terco, pero daría casi cualquier cosa por ver esa sonrisa.
—Dalia soltó una risita, y la mirada de Gio se desvió de mi rostro.
—Tal vez deberíamos ir a nuestra habitación, carina —dijo él.
Asentí. Teníamos muchas cosas por resolver antes de que estuviera feliz de dormir allí con él de nuevo, pero en realidad quería resolverlas.