Olivia
Desperté con el sonido de una puerta crujiente. Aún no del todo despierta, parpadeé un par de veces mientras me adaptaba al pequeño chirrido de luz que venía de la puerta abierta. Una rendija de luz cortaba la oscuridad a mi alrededor.
El reloj en la mesita de noche indicaba que era muy pasada la hora en la que cualquier persona normal debería estar despierta. La medianoche había llegado y pasado y la puerta se cerró silenciosamente, como si alguien estuviera tratando a propósito de no hacer ruido.
Bostecé al escuchar pasos en el suelo, dirigiéndose directamente hacia mí. No entré en pánico como normalmente lo haría, todas las semanas de dormir en la misma habitación que alguien entrando me habían servido. Podría reconocer esos pasos pesados en cualquier lugar ya.