—¿Todo listo, carina? —Gio me llamó desde la puerta de nuestra suite. Con una mano en la madera y la otra en el marco, me dio una sonrisa relajada mientras yo corría de un lado a otro por el asiento.
—Elio se rió desde su asiento de coche, sus ojos anchos y brillantes siguiéndome mientras yo apuradamente metía cosas de último momento en mis bolsas.
—¿Empacaste su 'sharkie'? Esa es su nueva obsesión —exigí, corriendo hacia la habitación de Elio para verificar si su peluche aún estaba en su cuna o no. Retiré la manta, buscando el peluche de tiburón, pero no había nada allí excepto un chupete que probablemente necesitaba ser lavado y la almohada que usaba.
—De todos modos, agarré su manta, corriendo de regreso a la sala de estar.
—Empaqué a sharkie y al conejito —me dijo Gio, divertido mientras yo me arrodillaba frente al asiento de coche de Elio, desdoblando su manta blanca de bebé y cubriéndolo con ella, metiendo los bordes para que no se deslizara.