—Tallon.
Mis nervios todavía se enroscaban el segundo en que Natalia terminó nuestra llamada. El latido de mi corazón tartamudeaba y se estrellaba contra mi caja torácica como si intentara escapar.
Oír su voz quebrada a través del altavoz de mi teléfono dejó mis palmas sudorosas y un dolor profundo en mi pecho. ¿Qué podría haber pasado que la hizo casi romperse, sollozando por el teléfono?
Arrebate mi teléfono de mi escritorio y me dirigí directamente al auto sin pensarlo dos veces. Por pura costumbre, empaqué mi pistola en mi funda trasera y luché por no pensar en lo peor.
El sonido de mis pisadas pesadas resonaba locamente en toda la casa. Llamé a uno de los guardias cerca de las puertas delanteras para que trajera el auto. No iba a perder otro momento. Necesitaba llegar a ella. Necesitaba tenerla entre mis brazos, sentir su calidez y aliviar su estrés.