Austin, quien también se había dormido, fue despertado por los gritos de Culver. En el suelo, los hombres que vinieron a ayudar llevaron a las dos personas heridas al hospital.
El helicóptero se vació en un instante.
Solo quedaban Lucille y Joseph.
Joseph parecía estar descansando con los ojos cerrados. No se movía en absoluto.
Justo cuando Lucille estaba a punto de llamarlo, sus pestañas se agitaron y abrió los ojos.
La luz profunda en sus ojos era como un pozo sin fondo. Cuando miraba a los ojos de alguien, parecía tener un poder mágico que podía absorber a las personas.
—Vámonos. Ya llegamos —le recordó Lucille.
—Sí.
Respondió, pero aún no se movió.
Lucille lanzó una mirada sospechosa a Joseph, preparándose para irse primero.
Sin embargo, cuando se dio vuelta, Joseph de repente le tomó la mano.
—Chillido, ayúdame a levantarme.
Cuando Lucille escuchó eso, inmediatamente le lanzó una mirada. Era como si estuviera diciendo: