Eran tan torpes cuando se trataba de actuar y jugar trucos. ¿De verdad pensaban que podían engañarla?
La esquina de su boca se torció. Ignoró el coche detrás de ella y comenzó a conducir de regreso a la Residencia Jules.
Pero en el camino, Samuel no dejaba de llamarla.
Sus llamadas llegaban de manera incesante. El ruido era tan fuerte que su cerebro comenzó a zumbar.
Lucille estacionó su coche al costado de la carretera y respondió al teléfono con irritación.
—¿Qué es?
—Ya estoy aquí. ¿Por qué no estás en esta calle? ¿No te dije que te quedaras donde estabas y me esperaras? —Samuel trataba de recuperar el aliento. Obviamente, estaba lleno de ira y su rostro estaba lívido. Sentía como si hubieran jugado con él.
¿Por qué hacía tanto escándalo?
Lucille miró el espejo retrovisor y declaró:
—Nunca te dije que vinieras a buscarme. Si tienes algo que decir, simplemente dilo por teléfono.
Samuel estaba furioso.