—Seth... ¿por qué no pude salvarlos? —lloró Sarah, aferrándose a su camisa.
Habían pasado dos semanas desde el funeral, pero ella lamentaba profundamente la muerte de los miembros de su manada. Como su Luna, era su responsabilidad protegerlos. ¿Se preguntaba cómo se sentiría Seth al respecto? Después de todo, él era el alfa.
Ella sollozó en su camisa, dejando una mancha húmeda por todas las lágrimas que derramó. No importaba cuánto tiempo hubiera pasado, no podía olvidar lo indefensa que se sintió. Beatriz había muerto en sus brazos. Ludovico estaba más allá de su alcance. Kate... ni siquiera estaba allí para ella. Y el bebé... el pobre pequeño cachorro.
Ni siquiera tuvieron la oportunidad de vivir.
Las lágrimas le escocieron los ojos mientras pensaba con rabia en lo mucho que odiaba a Martha.