—¿Qué te pasa? —preguntó Lucian, entrecerrando ligeramente los ojos al notar el leve ceño fruncido en los labios de Cynthia.
—Tienes razón. Tengo hambre —murmuró ella, levantándose grácilmente de su asiento. Caminó hacia la larga mesa elegantemente adornada, cargada con una variedad de platos cuidadosamente preparados.
Al acercarse, su mirada se deslizó por el salón, deteniéndose en la decoración extravagante y en los vibrantes grupos de invitados vestidos con finura. Le asombraba que su hermano hubiera logrado organizar una celebración tan grandiosa para su boda tan pronto después del fin de la guerra. Había una calidad casi surrealista en la animada reunión, como si la paz fuera algo frágil, sostenida solo por el calor y la risa que llenaban el aire.