STELLA abrió mucho los ojos hacia él.
—¿Eh? No sé de qué estás hablando.
—No eres muy buena mintiendo. Mírame a la cara. ¿O no puedes?
—¿Qué estás diciendo? —Ella comenzó a reír nerviosamente y jadeó cuando sintió que él agarraba la curva perfecta de su rostro, sus mejillas se hinchaban a ambos lados—. Entonces mírame, Stella.
—V-Valeric-
—¿Te gustó? Dímelo.
—Valeric, por favor detente. Déjame ir.
—Dime, pequeña esposa. ¿Te gustó? ¿Puedo besarte de nuevo si quiero?
Ella agarró temblorosamente el borde de su camisa, las lágrimas comenzaron a acumularse en los bordes de sus ojos azules. —Esto es vergonzoso, Valeric. Por favor, suéltame. No entiendes nada.
—¿Por qué lloras? —Valeric preguntó, perplejo—. No te hice daño, ¿o sí? ¿Es por eso-