Arreglarlo

—Dormir, para dejarte fuera de mi mente. ¡Te extraño! —cantaba Stella para sí misma, moviendo sus pasos hacia atrás, con los ojos cerrados. Su rostro se iluminaba de alegría, y danzaba por la habitación, entregándose a movimientos de baile tontos y exagerados.

Se contoneaba y sacudía, su risa emergiendo mientras ocasionalmente se detenía para adoptar una pose feroz, mordiendo el aire juguetonamente, antes de finalmente estallar en otra ronda de risas y reanudar su baile.

El atardecer, que se veía desde la ventana abierta, se filtraba, lanzando un resplandor cálido sobre ella como si se regocijara en su sonrisa. Pero, ¿y él? La imaginación de que él pudiese estar allí o quizás verla así, como nunca antes había actuado —Bueno, nunca había sido tan feliz o libre antes.

Su padre la maldeciría si alguna vez la viera tan feliz, después de todo, ella no merecía ser feliz, no alguien insignificante como ella.