VALERIC rechinó los dientes, sus manos formaron puños y su mirada fría ardía al mirar su pequeña y asustada figura.
—Valeric... Por favor, cálmate.
Él acercó su rostro al de ella, presionando su frente contra la suya. —¿Quieres dejarme por él, verdad? ¿Te gusta tanto él?
—¿Qué? —Stella se sorprendió, dándose cuenta de que él podría haberlos visto. Solo tiene sentido que haya perdido la cabeza por eso—. Espera, Valeric, no es eso. No es lo que tú
—Te advertí, te lo advertí... Te dije que no podías estar con él, no te dejaría —sus labios se dividieron en una sonrisa devoradora de luz—. Eres mi esposa, y no importa cuánto te guste más que a mí. Él nunca te tendrá, nunca podría tenerte.
—Eres mía.
Tan frío, que quemaba. La voz de Valeric se enterró en ella, un pico de hielo que amenazaba con congelar su corazón y destrozarlo.