Era una mentalidad estúpida la que él tenía, pero estaba asustado, temeroso de que nadie conociera al hombre realmente. Nadie lograría entenderlo tanto como él lo hacía y por lo tanto, podría... simplemente podría...
—¡Mierda!
Gimió, molesto consigo mismo, y rápidamente sacó su teléfono del abrigo. La llamada se conectó y fue contestada.
—¿Nix?
—Val.
Silencio.
—¿Pasa algo malo?
—¿Dónde estás?
—Casi en casa. ¿Por qué llamas?
Mordió su dedo, la ansiedad trepando por su espalda como mil insectos. —Valeric, estarás bien, ¿verdad? No te va a pasar nada, ¿cierto?
—¿Nix? ¿Está todo bien contigo? ¿Por qué estás tan preocu-
—Solo respóndeme por favor. Todo estará bien, ¿verdad? No me mentiste cuando dijiste que era nada, ¿verdad?
Otro silencio al otro lado del teléfono antes de que se oyera un suspiro. —No, no te mentí. No pasa nada y estoy bien.
—¿Lo prometes?
—Creo que ya hemos hablado de esto ant-