—En los opulentos salones del palacio dorado, Lennox entró en la vacía cámara de Leonardo, su mirada aguda recorrió la habitación espaciosa y meticulosamente ordenada. La quietud se sentía extraña, como si la ausencia de su antiguo ocupante hubiera drenado al espacio de su vida y energía.
Hizo una pausa en el estudio de Leonardo, sus dedos rozaron los lomos de los libros ordenadamente alineados, cada uno un recordatorio del hermano que había confinado. Mirar los libros le recordaba cuánto disfrutaba Leonardo investigando cosas en su tiempo libre.
Un pesado sentido de culpa comenzó a instalarse en él. Había encerrado a Leonardo por ira, la traición nubló su juicio. Estaba tan consumido por la amenaza de la interferencia de Leonardo en la boda que parecía la única solución.